Seguidores

viernes, 31 de enero de 2014

"Una vida juntos, una eternidad unidos."

Querido amor mío,

Te imploro desde el más puro estado de desesperación, mi amor. Los recuerdos me acechan por los rincones. En las sombras, me observan abisales. Es como si esperaran una reacción por mi parte, como si supieran que mi conciencia no está en paz.
A veces oigo ruidos por las noches, y sé que eres tú quien me persigue. Hasta tengo alucinaciones... Veo tus ojos azules sobre un fondo sombrío azabache. Estas visiones me atormentan.
La culpa es mía y sólo mía, sé que permití que te marcharas. Yo dejé ir a tu corazón y ahora tu recuerdo me persigue, incansable, por los recovecos de mi habitación.
Tengo un cuarto agradable, como bien sabes, pero últimamente está algo oscuro. Cuando me acuesto a dormir, miro por el amplio ventanal que se extiende a lo largo del cuarto y, precisamente ayer me pareció oír el crujido chirriante de la madera del marco, abriéndose el ventanal por una ráfaga de viento gélido, que me congeló la expresión de terror con la que me desvelé. También he oído, de tanto en tanto, que el cajón de mi mesita de noche en el que guardo las que eran nuestras pertenencias comunes, se abre sin explicación alguna.
Como bien sabes, nada de esto se lo puedo contar a mi madre, tan escéptica como es ella. Así que no me queda más remedio que refugiarme en mis propios pensamientos, hasta alcanzar la locura. Reconozco mi responsabilidad, sé que me merezco el sufrimiento pero, aún así, no tengo consuelo.
Es por todo esto que mi destino debe ser estar junto a ti, reunirme contigo en un mundo donde no existan ni peros ni porqués. Donde podamos estar juntos para la eternidad al fin... Y es que añoro tanto tus besos.
Debí haberte impedido aquel día que te marcharas. Cuando cruzaste el umbral de la puerta, sabía que iba mal, después de aquel sueño tan horrible, en el que conforme atravesabas una puerta, no volvías jamás. Abandonaste este mundo intentando hacer lo que más querías; tu trabajo, tu vida. Por eso no tengo nada que reprocharte por no haberme creído cuando te dije que temía perderte para siempre. Pero ojalá yo hubiese podido impedir que te montaras en el coche esa mañana... Tal vez no te habrías visto envuelto en aquel maldito accidente. ¡No desesperes! Sé que este no es mi sitio, ya no lo es. En breve me reúno contigo, mi amor. Mientras te escribo esta carta, tengo el remedio de mi existencia ante mí, los potentes analgésicos de mi madre. Realmente no sé si puedes leer esto, pero espero que tu presencia inmortal te lo permita. Gracias por amarme estos diez increíbles años.

P.D.:  Ahora no temas... Ya vuelvo contigo.


2 comentarios:

  1. Ohh! Un hermoso aunque sobrecogedor texto, ¡me encanta!
    Sigue escribiendo así ^^
    Un abrazo y pásate cuando quieras :3

    ResponderEliminar